Hay historias que nacen mucho antes de que un bebé llegue al mundo. La historia de Susana y Ericka es una de esas, una historia que empezó con un “yo también quiero” y se convirtió en la decisión más importante de sus vidas.
Hoy, esta familia celebra un inicio lleno de amor con su hijo Erick, pero antes, su camino estuvo marcado por dudas, búsqueda de información, decisiones difíciles y un acompañamiento que les dio la confianza para avanzar: el del Instituto Ingenes.
El sueño compartido que dio origen a todo
Susana y Ericka llevaban varios años juntas cuando la conversación sobre tener un bebé dejó de ser un “algún día” y comenzó a sentirse como una posibilidad real. Como muchas parejas lesbianas, sabían que su camino hacia la maternidad no sería espontáneo ni improvisado. Requeriría planeación, información y un equipo médico capacitado.
Lo que sí tenían claro desde el principio era esto: Querían formar una familia juntas.
Pero convertir ese deseo en un plan fue un proceso. “Teníamos mucha ilusión, pero también miedo de no saber por dónde empezar”, recuerda Susana. “Habíamos escuchado historias buenas, historias complicadas, historias confusas… y queríamos claridad. Queríamos saber que podíamos hacerlo bien.”
Fue entonces cuando comenzaron a buscar opciones en distintas clínicas. Navegaron por sitios web, hablaron con parejas que ya habían pasado por lo mismo y pidieron información en varios lugares. Pero en todos los procesos que revisaban, había algo que les hacía falta: sensibilidad, acompañamiento emocional y claridad real.
Hasta que llegaron a Ingenes.
El primer acercamiento: sentir que sí había un lugar para ellas
Para Susana y Ericka, su primera interacción con el Instituto fue reveladora. No solo recibieron información médica detallada, sino que también encontraron un espacio seguro donde su sueño era válido, posible y respetado.
“Desde la primera llamada sentimos un trato distinto”, dice Ericka. “Nos explicaron los programas, las opciones para nosotras, la importancia de revisar la salud reproductiva de ambas y cómo podíamos decidir juntas el camino que mejor se ajustara a lo que queríamos.”
Algo importante para ellas era que ambas pudieran involucrarse. No querían que solo una fuera “la mamá biológica” y la otra figurara como un rol secundario. Querían construir la maternidad como equipo. El personal de Ingenes lo entendió desde el principio.
Les explicaron con paciencia y claridad distintas alternativas para mujeres lesbianas, respetando siempre sus límites, deseos y filosofía de vida. Ese respeto, junto con el profesionalismo, fue lo que las hizo decir: “Aquí es.”
La decisión que cambia todo: “Vamos a intentarlo”
Después de los estudios iniciales y las valoraciones médicas, llegó el momento más simbólico: decidir quién llevaría el embarazo. Fue una conversación larga entre ambas, llena de risas, lágrimas y complicidad. Finalmente, decidieron que Ericka sería quien gestara, mientras que Susana buscaba participar en todos los pasos posibles.
Una vez tomada la decisión, iniciaron el programa recomendado por el equipo médico. Y aquí es donde, según ellas, Ingenes marcó la diferencia: no era solo un tratamiento, sino un acompañamiento integral.
“Nos explicaban cada etapa con una paciencia impresionante”, cuenta Susana. “Y cuando estábamos nerviosas, el equipo siempre encontraba la manera de tranquilizarnos sin minimizar lo que sentíamos.”
El proceso: un camino de amor, retos y esperanza
Como cualquier familia que inicia un tratamiento de reproducción asistida, vivieron días de mucha emoción y otros de incertidumbre. Pero nunca se sintieron solas.
Cada cita, cada ultrasonido, cada paso del proceso era un recordatorio de que estaban construyendo algo juntas. Ingenes se convirtió en un equipo aliado, atento no solo a la parte médica, sino también a la emocional.
“Siento que nos entendían como pareja”, destaca Ericka. “Había momentos donde yo necesitaba calma, pero Susana necesitaba más información, y el equipo sabía acompañarnos a las dos sin dejar a nadie fuera.”
Hubo momentos difíciles, claro. La carga emocional, las esperas, los miedos normales de cualquier proceso. Pero siempre había alguien del Instituto para guiarlas, explicarles, orientarlas y recordarles por qué habían empezado.
El día que cambió sus vidas: la llegada de Erick
Cuando finalmente llegó el resultado positivo, Susana y Ericka vivieron uno de los momentos más significativos de su vida. Por fin, ese sueño compartido tenía nombre, tenía forma, tenía futuro: Erick.
“No podíamos creerlo”, dice Susana. “Lloramos, nos abrazamos, no parábamos de temblar. Era algo que habíamos esperado tanto, imaginado tanto, que cuando sucedió, solo podíamos repetir: ‘Gracias, gracias, gracias’.”
Pero quizá lo más especial para ellas fue que Ingenes celebró con ellas. El equipo que las había acompañado desde el inicio compartió su alegría, les dio contención y aseguró que siguieran cada paso del cuidado prenatal con la misma dedicación.
“Sentimos que realmente les importaba”, cuenta Ericka. “No era solo un expediente más. Era nuestra familia en construcción.”
Un mensaje para otras familias que hoy sueñan con un bebé
Susana y Ericka saben que muchas parejas lesbianas pasan por la misma duda inicial:
¿Será que sí podemos?
¿Será que hay un lugar donde nos entiendan?
¿Será que podremos formar una familia sin limitaciones?
Su respuesta hoy, con Erick en brazos, es simple: “Sí, sí pueden.”
Quieren decirle a otras familias que su sueño es válido, que existe acompañamiento y que no están solas.
“Si tienes miedo, es normal”, comparte Ericka. “Nosotras también lo tuvimos. Pero el miedo se transforma cuando te atreves a dar el paso.”
Susana agrega:
“Una familia se forma desde el amor. Si este es tu sueño, busca información, pregunta, acércate. No te quedes con la duda.”
El comienzo de una nueva historia
Hoy, con Erick iluminando sus días, Susana y Ericka viven la maternidad como siempre la imaginaron: juntas, en equipo, desde la complicidad y el amor profundo.
Cada risa, cada mirada, cada madrugada despiertas, es un recordatorio de que su decisión valió la pena.
Ingenes fue parte esencial de este inicio, no como protagonista, sino como aliado. Un espacio donde pudieron soñar, decidir, intentarlo y lograrlo.
La maternidad para ellas no fue un accidente ni un capricho: fue un acto de amor, libertad y valentía.