"Mi esposo y yo nos casamos muy jóvenes, yo estaba por cumplir 20 años y decidimos esperar para formar una familia. Cuando quisimos hacerlo, de forma natural, no se daba el embarazo.
Me hice un ecografía, tenía quistes en los ovarios y comencé con un tratamiento de pastillas anticonceptivas. Nos dijeron que para poder embarazarme debía recurrir a tratamiento y nuestra primera inseminación fue en noviembre de ese año.
Yo tenía 23 años y todo parecía a favor, pero no funcionó. Hicimos seis inseminaciones... y nada. No entendía por qué, llegaba llorando al consultorio preguntando qué era lo que pasaba y no me decían nada.
En 2016 fuimos a otra clínica y me hicieron un in vitro con dos embriones, tampoco funcionó. Fue una frustración enorme. Escuché del instituto y fuimos en mayo de 2019.
Me dijeron que tenía unos pequeños miomas fuera de la matriz, pero que eso no afectaba. Me hicieron la transferencia en septiembre y funcionó a la primera. Lloré tanto...
El doctor me dijo que estaba embarazada y me puse a gritar, no lo podía creer, fueron casi 10 años de espera. Al siguiente día de que me dieron el positivo, empecé con sangrados, pero afortunadamente, no fue nada grave.
De ahí en adelante, el embarazo fue saludable. El 17 de mayo de 2020 se me rompió la fuente y fuimos al hospital; para las 7 de la mañana Angelina ya había nacido, fue muy rápido.
Cuando me la trajeron, sentí que era un sueño verla: sus manitas, sus piecitos... Mi esposo estuvo conmigo y fue algo muy bonito. Él está feliz, lo estuvo siempre, durante el embarazo me besaba la pancita y le hablaba, está encantado, es un amor tan puro.
La esperamos con mucho amor, y valieron la pena todos esos años de tragos amargos y decepciones. Ella llegó a completar nuestra familia."