Hay parejas que llegan a una clínica de fertilidad con una mezcla difícil de describir: ilusión, cansancio, miedo, expectativa y una pregunta que pesa más con cada mes que pasa. Gisela y Marco llegaron a Ingenes después de dos años buscando tener un bebé. No llegaban “por curiosidad”; llegaban porque habían intentado, habían esperado y, como tantas familias, necesitaban respuestas claras y un camino para avanzar.
Hoy, su historia tiene nombre: Fernanda, su bebé. Y no solo eso, actualmente están viviendo una nueva etapa con emoción contenida y esperanza renovada, porque ya tienen una beta positiva esperando al hermanito de Fernanda.
Este testimonio es un recordatorio de algo profundamente humano, que la fertilidad se vive en pareja, en equipo, y que cuando el acompañamiento es adecuado, claro, profesional y empático, el camino se vuelve menos pesado, más ordenado y, sobre todo, más posible.
Dos años intentando: cuando el tiempo empieza a doler
Cuando una pareja decide buscar un bebé, al inicio suele haber entusiasmo. Hay planes, hay conversaciones, hay ilusión. Pero cuando pasa el tiempo y el embarazo no llega, la emoción se mezcla con ansiedad. Mes a mes, la espera se vuelve un calendario invisible, fechas, ciclos, esperanzas que suben y bajan.
En el caso de Gisela y Marco, dos años fueron suficientes para comprender que no se trataba solo de “relajarse” o “dejar que pase”. Dos años implican constancia, intentos, desgaste emocional y una pregunta inevitable: ¿qué está pasando?
Ahí es donde entrar a un Instituto como Ingenes marca la diferencia, no para prometer un resultado inmediato, sino para cambiar la incertidumbre por un plan con diagnóstico, pasos, acompañamiento y seguimiento.
Encontrar la causa también es parte del alivio
Algo que muchas parejas descubren tarde, ya sea por mitos sociales o por presión cultural, es que la fertilidad no es un tema exclusivamente femenino. En su caso, el origen del reto fue un factor masculino.
Nombrar esto con claridad es importante por varias razones:
- Permite estudiar y tratar lo que realmente está interfiriendo.
- Convierte el proceso en algo compartido, donde ambos participan en la solución.
En Ingenes, el abordaje integral suele comenzar por ahí, evaluar a la pareja como una unidad, con estudios, interpretación médica clara y una estrategia personalizada. Cuando se identifica el factor masculino, el camino deja de ser una búsqueda a ciegas y se convierte en un plan concreto.
El valor de un equipo multidisciplinario: cuando no estás sola
Un tratamiento de fertilidad no es un evento de un solo día. Es un proceso. Y en un proceso, lo que más sostiene muchas veces no es solo la medicina, sino la forma en que el equipo te acompaña a lo largo del camino.
En situaciones como la de Gisela y Marco, el acompañamiento puede marcar la diferencia en aspectos como:
- Explicar cada fase sin abrumar, con lenguaje claro.
- Ordenar los tiempos para que la pareja sepa qué sigue y por qué.
- Acompañar la carga emocional, especialmente en días de incertidumbre.
- Mantener comunicación y seguimiento, para que no se sienta como “solo una cita más”.
Cuando una pareja llega después de años intentando, el cansancio emocional suele ser real. Por eso, una atención empática, sin infantilizar, sin minimizar, puede sostener mucho más de lo que parece.
La decisión de avanzar con FIV
En el camino de Gisela y Marco, el tratamiento elegido fue FIV (Fecundación In Vitro). La FIV suele ser una alternativa recomendada cuando hay factores que pueden dificultar el embarazo por vías convencionales o cuando se busca aumentar las probabilidades a través de un proceso controlado médicamente.
Lo más duro de la infertilidad no es solo el diagnóstico, es la sensación de estar haciendo todo y que nada cambie. La FIV cambia esa narrativa. No promete magia, pero ofrece método, ciencia, monitoreo y un equipo que guía cada paso.
Fernanda: cuando el sueño por fin tiene nombre
La llegada de Fernanda representa mucho más que un resultado positivo. En un testimonial, este es el punto donde muchas familias coinciden: lo que antes parecía imposible se vuelve cotidiano. Las risas, los primeros pasos, los abrazos inesperados… todo eso que se imagina durante años, finalmente ocurre.
Y con ello, también llega otra emoción común, la gratitud, por haber tomado la decisión de acercarse a un equipo que ayudara a construir ese camino con orden y esperanza.
La segunda búsqueda: cuando el corazón vuelve a querer más
Después de lograr un primer bebé, muchas parejas viven una nueva etapa, la decisión de buscar un segundo hijo. Pero ya no se vive igual.
Ahora existe el amor por Fernanda, existe la experiencia del tratamiento, existe el recuerdo del proceso y también puede existir el miedo de volver a enfrentar incertidumbre.
Por eso es especialmente significativo lo que hoy viven Gisela y Marco, ya se encuentran con una beta positiva para el hermanito de Fernanda.
Cuando hablamos de fertilidad, la palabra “beta” suele vivirse con el corazón en la garganta. Es un momento de esperanza real, pero también de cautela. Y en ese espacio emocional, el acompañamiento vuelve a ser clave, no solo el tratamiento, sino el seguimiento, la contención y la claridad paso a paso.
Un recordatorio para todas las familias que están intentando
El testimonio de Gisela y Marco deja un mensaje claro para parejas que hoy están justo donde ellos estuvieron, llevando meses o años buscando, cansados, frustrados y con miedo a escuchar malas noticias.
Su historia muestra que:
- Buscar ayuda no es rendirse; es tomar control.
- Un factor masculino puede existir y es importante abordarlo con seriedad.
- La FIV puede ser una vía para construir posibilidades cuando otros caminos no han funcionado.
- Y que, con el acompañamiento correcto, el sueño puede convertirse en familia.
Fernanda y lo que viene: esperanza con los pies en la tierra
Hoy, Gisela y Marco ya conocen lo que es abrazar a su bebé después de un proceso de fertilidad. Saben lo que cuesta, lo que se siente y lo que transforma. Y por eso, su beta positiva actual no solo es un resultado, es una nueva página en su historia familiar.
Fernanda, con sus dos años de vida, es el recordatorio diario de que la esperanza puede sostenerse. Y el hermanito que viene, por ahora anunciado con una beta positiva, representa ese deseo de expandir el amor y volver a intentarlo con la misma fe, ahora acompañada de experiencia.
Porque cuando una pareja vive este camino con apoyo médico y humano, no se trata solo de “lograr un embarazo”. Se trata de recuperar la ilusión, sanar la espera y construir un futuro que por mucho tiempo parecía detenido.
Y así, la historia de Gisela, Marco y Fernanda sigue: con gratitud por lo logrado, y con esperanza por lo que viene.