Nunca perdimos la esperanza: así nuestra hija llegó a nuestro hogar gracias a Ingenes

Puntos Importantes:

Mi nombre es Paloma Pérez Pacheco y quiero compartir la historia de nuestra familia. Comenzamos nuestro camino hacia la maternidad en 2010. Nuestro primer intento no fue exitoso, y tras ese desengaño, decidimos continuar.

Gracias al acompañamiento cercano y humano que recibimos, finalmente logramos tener a nuestra hija, quien hoy tiene 13 años y es nuestra verdadera estrellita bajada del cielo.

Llegamos a Ingenes gracias a la recomendación de un pediatra, y desde el primer momento caímos en las manos del Dr. Martín Rivera. Él nos asesoró y nos guió de la mano durante todo el proceso, explicándonos cada paso y asegurándose de que nos sintiéramos acompañados y seguros. La calidez con la que nos recibieron hizo que nos sintiéramos parte de la familia Ingenes, no solo como pacientes, sino como personas valiosas y únicas.

Nuestra experiencia no estuvo exenta de momentos difíciles. Habíamos vivido la pérdida de un hijo mayor, lo que me llevó a atravesar un periodo de depresión y a sentir que quizás nunca podría volver a ser mamá. Sin embargo, el apoyo de Ingenes nos permitió recuperar la esperanza y dar cada paso con confianza. Saber que estábamos en manos de profesionales atentos y humanos nos dio la seguridad que necesitábamos para seguir adelante.

Recuerdo con mucha emoción el día que nos confirmaron el embarazo y, más aún, cuando nos dijeron que sería una niña. Fue un momento inolvidable, lleno de alegría y gratitud, y nos hizo sentir que todo el esfuerzo y la paciencia habían valido la pena. Incluso cuando hubo situaciones que podían preocupar, como el seguimiento especial durante el embarazo, siempre nos sentimos cuidados y acompañados.

Hoy puedo decir con todo mi corazón que nunca perdimos la fe. La maternidad no siempre es fácil, y el camino puede estar lleno de obstáculos y desafíos, pero con constancia, apoyo y la guía de Ingenes, se puede alcanzar el sueño de formar una familia. Nuestra hija no solo es nuestro mayor regalo, sino también la prueba de que nunca debemos rendirnos y que, con amor y dedicación, los milagros pueden hacerse realidad.

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