Nuestra búsqueda para ser mamás comenzó con un deseo muy profundo de formar nuestra familia. Siempre soñé con tener un bebé, y con Noemí decidimos que era el momento de hacer realidad ese sueño. Al principio, nuestra familia no lo aceptó del todo, y recuerdo muy bien las palabras de mi mamá, quien me dijo que con Noemí nunca podría tener hijos, que nunca conocería mi sangre, que nunca sería mamá. Me dolió profundamente, lloré mucho, pero Noemí me dio la seguridad de que juntas podríamos encontrar la manera de ser mamás.
Pasaron 15 años desde que empezamos a vivir juntas y finalmente tomé la decisión: “Quiero ser mamá, quiero que tengamos un bebé”.
Llamamos al Instituto Ingenes, completamos un cuestionario y nos ofrecieron una entrevista virtual. Nos explicaron todas las opciones disponibles y finalmente decidimos acudir a la cita presencial. Fue un momento lleno de nervios, porque ya tenía 38 años y sabía que era mi última oportunidad para cumplir este sueño.
Recuerdo con claridad el día de la implantación. Estaba frente a la pantalla, viendo cómo me trasplantaban mis embrioncitos, y lo único que pensé fue: “Aférrense a mí, como yo me voy a aferrar a ustedes. Los deseamos tanto, los amamos mucho. Que sea lo que Dios y la Virgencita quieran”. Me salieron lágrimas de emoción al ver cómo introducían a mis bebecitos. Para nuestra sorpresa, aunque solo uno se implantó, fue más que suficiente. Ese día, para mí, fue uno de los mejores de toda mi vida, incluso antes del nacimiento de nuestro bebé. Salí del procedimiento sintiéndome llena de esperanza, y al encontrarme con Noemí, la doctora nos dijo: “Les entrego su familia por ahora. Son tres, y contigo ya son cuatro. Vamos a ver qué pasa en los próximos días.”
Nuestro embarazo fue muy tranquilo. No tuve síntomas importantes, solo algunas incomodidades hacia el final. Noemí estuvo conmigo en cada paso, acompañándome en todo momento. La atención de la doctora Karina Olmos fue impecable: nos dio seguridad, confianza y nos explicó todo el proceso, asegurándonos que si comenzábamos pronto, podríamos tener resultados positivos antes de fin de año.
El momento de recibir la noticia de que estaba embarazada fue inolvidable. El 31 de diciembre de 2022, mientras estábamos en casa, sonó el teléfono y era la doctora. Nos dijo: “¡Felicidades! Están embarazadas.” Fue un momento de shock y felicidad absoluta. Supe que todo el esfuerzo, la paciencia y la perseverancia habían valido la pena.
El día del nacimiento de nuestro bebé fue mágico. Llegué al hospital por un ligero sangrado y ya traía un centímetro de dilatación. A las 4:15 de la mañana del 5 de septiembre, nació nuestro hijo. Fue un momento inesperado, porque al nacer se le enredó el cordón umbilical y tuvo que recibir oxígeno, pero en cuanto me lo acercaron, supe que todo estaba bien. Lo miré, lo abracé y le dije: “Te amo”. Era nuestro bebé, nuestra estrellita bajada del cielo.
Nuestro hijo es tierno, de carácter fuerte, muy juguetón y tranquilo. Le gusta ver los árboles bailar, jugar y disfrutar de momentos tranquilos. Tenerlo ha cambiado completamente nuestra vida: ya no pensamos solo en nosotras, sino en él, en sus cuidados y en su bienestar.
Si pudiera hablar con otras mujeres que estén intentando ser mamás, les diría: “Nunca pierdan la fe ni la esperanza. Luchen por sus sueños, confíen en ustedes mismas y en sus doctores. Manténganse positivas y constantes. Todo es posible cuando se desea con todo el corazón”.
Si pudiera hablar conmigo misma antes de empezar este proceso, me diría: “Échale muchas ganas, lucha por lo que deseas, no te rindas. Tu bebé llegará cuando sea el momento adecuado.”
Hoy tenemos a nuestro bebé en casa, lleno de amor y alegría. No cambiaría nada de todo el proceso que vivimos; cada paso nos preparó para valorar aún más esta bendición. Gracias a Dios, a la Virgencita y al equipo de Ingenes, nuestro sueño se hizo realidad y nuestro hogar está completo.